¿Qué es esta sensación tan desoladora? ¿Qué es esto que está pasando dentro de mi?
Siento cosas extrañas en mi área abdominal, cosas que en otras circunstancias podrían significar algo bueno… nervios, alegría, no sé. Pero en este momento, lejos de ser algo así, es como una sensación triste y no sé porqué.
Hay tantas cosas en el mundo que nos perdemos en cada minuto malgastado en nuestra habitación, en nuestra soledad, en el día a día que no sabría por donde empezar a enumerarlas. Tantas personas, historias y sensaciones, tanto que aprender, tanto que escuchar. Lo que más deseo en este momento es estar en otro lugar, en algún lugar del mundo que tenga algo que ofrecerme.
Me imagino una plaza, tranquilidad y mucha gente alrededor. Niños jugando mientras sus madres les vigilan, jóvenes contándose novedades que, seguro, para ellos son de lo más emocionantes, abuelos haciendo lo mismo mientras se fuman un puro y meditan sobre.. ¿sobre qué? ¿Sobre qué meditaré cuando sea mayor?
Quiero llegar a vieja pensando que mi vida ha sido plena, que he vivido lo máximo posible, no entendido en el sentido de desfases y fiestas, sino haber sentido cada momento, cada sensación con gran magnitud. Concentrarme en esas pequeñas cosas que nos hacen seguir adelante. Una sonrisa cuando tu día está nublado, un guiño cuando necesitas reír, una buena película que te haga llorar de alegría, un buen despertar o un sueño agradable.
Tengo tantas ganas de compartir tantas cosas con tantas personas. Necesito expandirme, necesito huir de este lugar, necesito irme lejos para poder encontrarme. Necesito estar sola para probarme. Necesito una conversación que me haga olvidar lo mezquino del mundo, lo jodidamente mal que lo estamos haciendo. Quiero reencontrarme con aquel hombre, que me hizo ver que las cosas pueden ser como queremos que sean. Que todo lo recordaba con una sonrisa, incluso los peores momentos de su vida. Que me enseñó a disfrutar de las pequeñas y grandes cosas que los demás tienen por ofrecernos. Necesito encontrarte.
Pienso y, realmente, no creo en volver a verte. Ahí reside la magia, en que nos encontramos un día y me enseñaste a vivir, sin nombres, sin datos superficiales, tan solo lo que realmente somos, tú y yo. ¿Qué más dará como te llames? Sé quien eres, sé cómo piensas. Las ideas son lo que realmente importa de las personas, su nombre puede ser cambiado en cualquier momento. Ese día, creo que me enamoré de ti, y del mar, y del mundo. Volví a tener fe en el ser humano, una fe que creía dormida, olvidada.
Nunca nadie hizo tanto por mi con tan poco. Podemos creer que eras una señal, puede que simplemente te imagináramos pero lo que nos dejaste es más importante que tu apariencia, tu voz y tus manos. Es lo más bonito que una persona puede regalar a otra: su experiencia, su ser en estado puro. Sin tapujos, sin reservas, solo lo que eres.
Eso es lo que más me impactó de ti. La sinceridad, la transparencia, la claridad con la que ves el mundo y cómo nos dejaste que lo viéramos de la misma manera. Algún día escribiré lo que nos dijiste porque necesito que los demás también lo entiendan.
El problema es cómo explicarlo. Cómo explicar una conexión tan perfecta, cómo explicar con palabras los sentimientos que tuve al abrir los ojos ante el mundo de nuevo. Lo que sentí al mirar a mi alrededor y ver tantas cosas vivas y especiales. Lo que siento desde ese momento al salir a la calle, escuchar el bullicio y sentir la cantidad de energía humana que se desprende de los edificios, de las personas, de todas las cosas creadas por nosotros. Cómo explicar la sensación de pequeñez cuando me doy cuenta de lo insignificante que soy en este mundo, cuando reacciono ante la inmensidad de este mar de personas. Cómo explicar con palabras lo que me enseñaste.
¿Por qué cerré los ojos tanto tiempo? ¿Por qué me dejé llevar? ¿Por qué no reaccioné antes? Afortunadamente, apareciste tú, ahí estabas para devolverme al mundo, para que volviera a ser yo. Por todo ello, necesitaba darte las gracias hoy.
Tan importante fuiste en mi vida y nuestro encuentro duró apenas un par de horas. Cada vez que pienso en lo que sería mi vida sin cada una de las personas que han pasado por ella, me estremezco. La influencia que ejercen los demás en nosotros es tan impresionante que no podría describirlo aquí y ahora. Las personas que están de paso, las que se quedan y las que vendrán, todas ellas son parte de mí, de nosotros, porque todas ellas han aportado algo a mi vida, a mi forma de ver las cosas. Aunque solo sea unas horas en las que me haces reír o un encuentro fortuito cuando necesito contacto con lo que me rodea. Unas lágrimas compartidas en el cine cuando nadie sabe que nos miramos y que, en el fondo, nos gustaría consolarnos.
Una lágrima en la calle, un consejo, consuelo, amor, cercanía, afecto, crecer, expandirnos, llegar más alto, salir, correr, huir, llover, besar, besar, besar, besar a la vida, besar el mundo con cada suspiro, con cada mirada hacia el cielo, con cada amanecer. El sol nos besa al despertar por la mañana y lo hace con toda su fuerza y alegría porque de nuevo está con nosotros. Llegará un día que no sea así. ¿Por qué en vez de corresponderle con tristeza o pereza no lo hacemos con la misma felicidad?
Qué melancólico está el tiempo hoy. Qué melancólica estoy yo. Debería concentrarme más, ahora mismo, en lo que debo hacer y no en lo que quiero, pero eso va en contra de tus enseñanzas. Tengo que crecer y lo voy a hacer.
“Las personas deberían mirarse más a los ojos”