La vida nos aguarda con sorpresas en cada esquina por la que cruzamos. Hoy aquí, mañana allí. No podemos predecir prácticamente qué será de nosotros en un año porque quién sabe qué nos deparará el mañana. A veces envidiamos a las personas cuya vida es predecible, aquéllas que saben dónde van a estar dentro de 6 meses: en el mismo lugar.
Si nos descuidamos llegará un día en que nos preguntaremos: ¿Cómo he llegado yo aquí? Analizamos la cadena de sucesos que nos han llevado a ese punto concreto de nuestra vida, sonreímos y pensamos: ¿Quién me iba a decir a mí hace un año….? Utilizando la ya explotada metáfora del anuncio de BMW, podemos decir que la vida es como una carretera, con sus curvas, sus altos y bajos, las autopistas, las carreteras tan transitadas día a día…
Hay etapas en la vida que están llenas de curvas. Si te sabes el camino, todo va bien, porque sabes lo que te vas a encontrar después de la siguiente. Pero ¿Qué pasa cuando no lo conoces? Vas a ciegas, sorprendiéndote con lo que encuentras al otro lado o asustándote porque es algo que no esperabas.
Otras etapas están llenas de altibajos. De repente estás subiendo la montaña, mirando a derecha o izquierda y admirando el paisaje que te rodea. Si lo asimilamos es como esos momentos en que nos paramos, tomamos altura y analizamos nuestra vida objetivamente, viéndolo todo desde fuera, desde arriba, con perspectiva. Sin embargo, todo lo que sube, baja. Al llegar abajo volvemos a ser la misma hormiguita que se afana por mirar por encima de la hierba, otra vez siguiendo el camino marcado para llegar a nuestro destino.
Hoy he descubierto una nueva visión de la carretera: La niebla. Esa molesta neblina que no te deja ver más allá de un par de metros. Te pones tenso, ahora sí que no vale conocer o no el camino, los baches y las curvas. Parece que no hay nada más en el mundo, que la carretera va a terminar repentinamente justo delante y que a los lados no hay más que precipicios. No hay estrellas que nos orienten o paisaje que nos entretenga. Me recuerda mucho a mi vida ahora mismo. De repente te descubres con la espalda y el cuello en tensión, siempre a la espera de lo que vendrá, sin nada demasiado claro… sin avisar aparece una curva cerrada, frenas para no salirte de la carretera y vuelves al camino marcado. Todo lo que ves a tu alrededor es difuso y lugares que en otras ocasiones son tranquilizadores o familiares dan miedo, te planteas incluso si sabes dónde cojones estás.
Sin embargo, la niebla se disipa en algún momento y es tan agradable el alivio que te olvidas casi de la carretera que se dibuja perfectamente enfrente de tus ojos. Los hombros se relajan, te fijas en todo lo que antes no veías: un cartel, las estrellas, más coches… Una larga línea negra aparece y te sientes seguro porque ahí está tu camino, bien marcado. Creo que muchas personas se toman la vida de igual manera que se toman la carretera: unos con respeto, otros a toda velocidad sin pensar en lo que viene después, otros se la toman a risa, o algunos como algo pasajero cuya única finalidad es llevarles a un fin concreto.
También debemos tener en cuenta las modalidades de viaje: cuando conduces solo, con compañía agradable, cuando vas en bus o con amigos a un viaje… porque no es lo mismo tomar decisiones durante 500 kms que acomodarte tranquilamente en tu asiento y esperar a que te indiquen que has llegado a tu destino. Yo creo que, además de disfrutar del camino, de lo bueno y de lo malo, de las sorpresas, también debemos aprender a disfrutar de cada desvío. Por ello, creo que la pregunta que debemos hacernos es: ¿Nos Gusta Conducir? O ¿preferimos que nos lleven?
1 comentario:
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