La primera vez que oí hablar de esta iniciativa me pareció fenomenal. Por solo un euro las personas mayores que, en su mayoría, se aburren tremendamente, podrán ir al cine. Las viudas podrán salir de su monotonía y ver algo nuevo, ponerse guapas y bromear con las amigas; las parejas podrán salir de la rutina y, por un día, dejar de discutir para ir al cine como hacían de jóvenes; las personas mayores se acercan, así, a la actualidad, al mundo contemporáneo que se refleja en las películas proyectadas en la sala de cine.
Sin embargo, la historia se torna oscura cuando resulta que estas personas monopolizan el cine, todas las sesiones de todas las películas, todos los días. Es prácticamente imposible encontrar entradas para dos personas en una sesión de cine antes de la sesión golfa. Cuando (comprando las entradas con una o dos horas de antelación) consigues ir puede que sea para ver la película en la primerísima fila.
Es una experiencia digna de recordar. Entras al cine y parece que, en vez de ir a ver Spiderman 2, entres en una sala de conferencias en la que te contarán su experiencia de la Guerra Civil (lo cual, visto lo visto, podría ser incluso mejor).
Empieza la película y estas personas se empiezan a revolver en el asiento, inquietas. Te los ves venir. A los 10 minutos de historia una mujer sentada, como no, justo detrás tuyo empieza a comentar cualquier cosa con su vecina. Una hora después y 10 intentos para que se callen, siguen hablando como si estuvieran en el salón de su casa. "Señora, por favor, le importaría callarse?" ni puñetero caso. "¿Señor? podría bajar la voz?" tres cuartos de lo mismo. Finalmente, ya cansado de escuchar sus comentarios, de escuchar como le leen al de al lado el cartelito que sale al pie de la pantalla (Los Ánegeles, 1964 "Anda! están en Los Ángeles") ya te giras y les dices: "Señora, todos los de la sala sabemos leer". Pero ni aún así. Una pareja de personas mayores de mi lado les manda callar igualmente. Nada.
Al final te resignas y, mientras piensas como vengarte, intentas seguir la película. El colofón es cuando, casi al final de la peli, aparece el malo y grita una "Anda!! míralo, ahí le tienes" y tú que no puedes más le gritas "No me diga?? todos podemos ver la pantalla, mire por donde".
Quiero aclarar que no me estoy refieriendo a todas las personas mayores, únicamente a estas que se creen que, por el hecho de ser mayores, tienen más derechos que tú, ignorante de la vida que no has pasado por una, dos o puede que tres guerras y no sabes lo que es pasar hambre. En fin.
Pensando en ello el otro día, llegué a la conclusión de que hay personas mayores que pasan por una segunda adolescencia en su vida. Es decir, lo saben todo, no soportan que les repliques y se creen los reyes del mambo. Roza levemente a una mujer mayor en el metro y se montará la marimorena "Esta juventud! no tienen ningún respeto por las personas mayores! ¿Cómo te atreves a empujarme?" y tú, colorado como un pato, le pides disculpas una y otra vez mientras todo el vagón te mira con reproche. Una acción tan inocente como sentarte en el autobús puede significar también motivo de riña. A saber, tú te sientas y poco después aparece una mujer que te dice que ella tenía reservado el asiento porque lo vió antes de subir. En esos momentos te dan ganas de decirle "Mire señora, si me lo hubiera dicho de otra manera le cedería el asiento, pero ahora por lista se queda de pie" pero imagina la reacción del resto de personas, el chófer es capaz de echarte del autobús.
Sin embargo, después piensas en tus abuelos... Tus cariñosos y educados abuelos, tan buenos... tan... abuelos. Piensas en las mujeres que van al mercado y que con ojitos de perrito abandonado te piden ayuda para cargar una bolsa a la salida, o aquellos hombres que te encuentras en el metro antes de un examen y te preguntan qué tal lo llevas, te desean mucha suerte y qué guapa eres, y que ya verás que la carrera te irá muy bien (todo ello mientras tú intentas desesperada repasar un poco antes del fatídico examen, pero no importa, se agradece).
Dos caras de la misma moneda. Qué ganas tengo de ser mayor y poder mirar a los jovenzuelos a la cara y decirles algo así como: esta juventud, en mis tiempos se tenía mayor respeto por las personas mayores. Sólo para saber qué se siente.
Sin embargo, la historia se torna oscura cuando resulta que estas personas monopolizan el cine, todas las sesiones de todas las películas, todos los días. Es prácticamente imposible encontrar entradas para dos personas en una sesión de cine antes de la sesión golfa. Cuando (comprando las entradas con una o dos horas de antelación) consigues ir puede que sea para ver la película en la primerísima fila.
Es una experiencia digna de recordar. Entras al cine y parece que, en vez de ir a ver Spiderman 2, entres en una sala de conferencias en la que te contarán su experiencia de la Guerra Civil (lo cual, visto lo visto, podría ser incluso mejor).
Empieza la película y estas personas se empiezan a revolver en el asiento, inquietas. Te los ves venir. A los 10 minutos de historia una mujer sentada, como no, justo detrás tuyo empieza a comentar cualquier cosa con su vecina. Una hora después y 10 intentos para que se callen, siguen hablando como si estuvieran en el salón de su casa. "Señora, por favor, le importaría callarse?" ni puñetero caso. "¿Señor? podría bajar la voz?" tres cuartos de lo mismo. Finalmente, ya cansado de escuchar sus comentarios, de escuchar como le leen al de al lado el cartelito que sale al pie de la pantalla (Los Ánegeles, 1964 "Anda! están en Los Ángeles") ya te giras y les dices: "Señora, todos los de la sala sabemos leer". Pero ni aún así. Una pareja de personas mayores de mi lado les manda callar igualmente. Nada.
Al final te resignas y, mientras piensas como vengarte, intentas seguir la película. El colofón es cuando, casi al final de la peli, aparece el malo y grita una "Anda!! míralo, ahí le tienes" y tú que no puedes más le gritas "No me diga?? todos podemos ver la pantalla, mire por donde".
Quiero aclarar que no me estoy refieriendo a todas las personas mayores, únicamente a estas que se creen que, por el hecho de ser mayores, tienen más derechos que tú, ignorante de la vida que no has pasado por una, dos o puede que tres guerras y no sabes lo que es pasar hambre. En fin.
Pensando en ello el otro día, llegué a la conclusión de que hay personas mayores que pasan por una segunda adolescencia en su vida. Es decir, lo saben todo, no soportan que les repliques y se creen los reyes del mambo. Roza levemente a una mujer mayor en el metro y se montará la marimorena "Esta juventud! no tienen ningún respeto por las personas mayores! ¿Cómo te atreves a empujarme?" y tú, colorado como un pato, le pides disculpas una y otra vez mientras todo el vagón te mira con reproche. Una acción tan inocente como sentarte en el autobús puede significar también motivo de riña. A saber, tú te sientas y poco después aparece una mujer que te dice que ella tenía reservado el asiento porque lo vió antes de subir. En esos momentos te dan ganas de decirle "Mire señora, si me lo hubiera dicho de otra manera le cedería el asiento, pero ahora por lista se queda de pie" pero imagina la reacción del resto de personas, el chófer es capaz de echarte del autobús.
Sin embargo, después piensas en tus abuelos... Tus cariñosos y educados abuelos, tan buenos... tan... abuelos. Piensas en las mujeres que van al mercado y que con ojitos de perrito abandonado te piden ayuda para cargar una bolsa a la salida, o aquellos hombres que te encuentras en el metro antes de un examen y te preguntan qué tal lo llevas, te desean mucha suerte y qué guapa eres, y que ya verás que la carrera te irá muy bien (todo ello mientras tú intentas desesperada repasar un poco antes del fatídico examen, pero no importa, se agradece).
Dos caras de la misma moneda. Qué ganas tengo de ser mayor y poder mirar a los jovenzuelos a la cara y decirles algo así como: esta juventud, en mis tiempos se tenía mayor respeto por las personas mayores. Sólo para saber qué se siente.
2 comentarios:
Una vez me reboté tanto con los mayores q no paran de hablar que al final de la sesión les indiqué su falta de educación alguna. Tuvieron la desfachatez de decirme que ellos no habían hablado en toda la peli. Salí del cine con ganas de asesinar viejos.
¿Por qué se creen con más derechos que nosotros?¿alguien no los ha sufrido en el autobus?
Es cierto que muchos viejos (no usemos falacias) se aprovechan del hecho de...bueno, de ser viejos, vaya. Y eso no está bien. Pero también hay que tener en cuenta los efectos de la edad. Se vuelven más testarudos e irritables, irreverentes y lo que queráis. Pasan como una segunda adolescencia, una edad del pavo Pero bueno, son mayores, y la verdad es que me da pena que se aburran. Por un rato malo que pases en una peli ellos pueden llegar a calmar el aburrimiento que son sus vidas, y todo eso se les puede perdonar...¿no?
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