Hacía mucho tiempo que no leía el periódico y encontraba en él alguna noticia esperanzadora. No es la noticia del año, ni mucho menos, tampoco promete que el mundo se vaya a arreglar, de ninguna manera, pero da a los niños un pequeño rayo de luz al final del camino. La noticia es, a grandes rasgos, que en los países subdesarrollados (sobre todo en África, Latinoamérica y Asia) en que el trabajo infantil no está prohibido y es una regla general, los niños comienzan a organizarse por sus derechos.
La premisa que siguen es: mientras no haya una legislación que prohíba la explotación infantil y sea necesario para la supervivencia de estos niños y sus familias que trabajen, por lo menos que tengan algunos derechos. Como dije arriba, no va a arreglar su situación, está claro. Sin embargo, por algún sitio han de empezar a luchar.
La situación respecto al trabajo infantil es muy triste actualmente. Unos 218 millones de niños trabajan en condiciones infrahumanas, sin ningún tipo de derecho. No pueden ir a la escuela, ni quedarse en casa cuando están enfermos. Ya ni hablemos de acceder a la sanidad, de tener un salario justo o, simplemente, no recibir una paliza cuando a su patrón le venga en gana.
Claro que el objetivo ha de seguir siendo la abolición del trabajo infantil. Estos "adultos prematuros" deberían estar jugando al fútbol o con las muñecas en vez de recolectar materiales en grandes basureros o fabricar productos deportivos durante 14 horas al día. Pero siguen necesitando comida, para ellos y su familia, por eso trabajan. Muchos no quieren que les prohiban trabajar, solo trabajar en mejores condiciones. Cuando sus padres puedan acceder al mercado de trabajo, la economía de sus países mejore y la legislación sea más realista y acorde con los Derechos Humanos, entonces podremos empezar a hablar de cambios reales.
Es fascinante como estos niños solo quieren tener mejores condiciones de trabajo (por favor, vuelvan a leer esa frase si no les impacta) y los niños que hay a nuestro alrededor lo pasan fatal si no tienen el último juego para la Wii o la nueva Xbox. Gastamos y gastamos, sin parar, constantemente y en cosas que no necesitamos. Sin ir más lejos, mis primos tienen la Xbox, la Wii, un portátil, la Nintendo DS y muchísimos juegos para todo ello. No les basta con una o dos videoconsolas, necesitan todas las que hay en el mercado (no tienen la PS3 no sé ni porqué).
Pero no es solo problema de los niños. Si lo tienen es porque nosotros se lo damos. Nos es más fácil darles una maquinita de estas para que se entretengan que oirles la cantinela o jugar con ellos una tarde entera. Nadie les enseña lo afortunados que son. Recuerdo que cuando era pequeña y no quería comer alguna cosa mi madre me decía: Mariana, hay muchísimos niños que se mueren de hambre en el mundo y a los que les encantaría comerse eso. Yo me sentía mal y me lo comía. No obstante, llegó un momento en que, incluso siendo una niña, dicho argumento me sonaba vacío de contenido (Supongo que la repetición hizo que mi interés decayera y la veracidad de las palabras disminuyera) y le contesté: pues mételo en un sobre y envíaselo.
No les voy a contar la torta que me pegó mi madre porque, bueno, no es algo de lo que me sienta orgullosa. Pero ese día se me ha quedado grabado en mi mente. Primero, por ser tan mezquina de despreciar una realidad tan cruel. Segundo, por ser tan poco empática como para que me diera igual. Tercero, porque cuando dije esas palabras a mi madre se le humedecieron los ojos.
Espero saber trasladar a mis hijos la misma preocupación por los demás que mi madre consiguió que yo tuviera. Espero, sin embargo, que cuando tenga que enseñarles esas cosas a mis hijos ya no sea necesario porque esta situación haya cambiado, por fin, y los niños ya no recojan basura o sean explotados sino que jueguen con sus amigos o simplemente se sienten a saborear, por un instante, una vida libre y feliz.
La premisa que siguen es: mientras no haya una legislación que prohíba la explotación infantil y sea necesario para la supervivencia de estos niños y sus familias que trabajen, por lo menos que tengan algunos derechos. Como dije arriba, no va a arreglar su situación, está claro. Sin embargo, por algún sitio han de empezar a luchar.
La situación respecto al trabajo infantil es muy triste actualmente. Unos 218 millones de niños trabajan en condiciones infrahumanas, sin ningún tipo de derecho. No pueden ir a la escuela, ni quedarse en casa cuando están enfermos. Ya ni hablemos de acceder a la sanidad, de tener un salario justo o, simplemente, no recibir una paliza cuando a su patrón le venga en gana.
Claro que el objetivo ha de seguir siendo la abolición del trabajo infantil. Estos "adultos prematuros" deberían estar jugando al fútbol o con las muñecas en vez de recolectar materiales en grandes basureros o fabricar productos deportivos durante 14 horas al día. Pero siguen necesitando comida, para ellos y su familia, por eso trabajan. Muchos no quieren que les prohiban trabajar, solo trabajar en mejores condiciones. Cuando sus padres puedan acceder al mercado de trabajo, la economía de sus países mejore y la legislación sea más realista y acorde con los Derechos Humanos, entonces podremos empezar a hablar de cambios reales.
Es fascinante como estos niños solo quieren tener mejores condiciones de trabajo (por favor, vuelvan a leer esa frase si no les impacta) y los niños que hay a nuestro alrededor lo pasan fatal si no tienen el último juego para la Wii o la nueva Xbox. Gastamos y gastamos, sin parar, constantemente y en cosas que no necesitamos. Sin ir más lejos, mis primos tienen la Xbox, la Wii, un portátil, la Nintendo DS y muchísimos juegos para todo ello. No les basta con una o dos videoconsolas, necesitan todas las que hay en el mercado (no tienen la PS3 no sé ni porqué).
Pero no es solo problema de los niños. Si lo tienen es porque nosotros se lo damos. Nos es más fácil darles una maquinita de estas para que se entretengan que oirles la cantinela o jugar con ellos una tarde entera. Nadie les enseña lo afortunados que son. Recuerdo que cuando era pequeña y no quería comer alguna cosa mi madre me decía: Mariana, hay muchísimos niños que se mueren de hambre en el mundo y a los que les encantaría comerse eso. Yo me sentía mal y me lo comía. No obstante, llegó un momento en que, incluso siendo una niña, dicho argumento me sonaba vacío de contenido (Supongo que la repetición hizo que mi interés decayera y la veracidad de las palabras disminuyera) y le contesté: pues mételo en un sobre y envíaselo.
No les voy a contar la torta que me pegó mi madre porque, bueno, no es algo de lo que me sienta orgullosa. Pero ese día se me ha quedado grabado en mi mente. Primero, por ser tan mezquina de despreciar una realidad tan cruel. Segundo, por ser tan poco empática como para que me diera igual. Tercero, porque cuando dije esas palabras a mi madre se le humedecieron los ojos.
Espero saber trasladar a mis hijos la misma preocupación por los demás que mi madre consiguió que yo tuviera. Espero, sin embargo, que cuando tenga que enseñarles esas cosas a mis hijos ya no sea necesario porque esta situación haya cambiado, por fin, y los niños ya no recojan basura o sean explotados sino que jueguen con sus amigos o simplemente se sienten a saborear, por un instante, una vida libre y feliz.
2 comentarios:
confiemos en que pasará. muy buen post.
un besote!
Grandísimo post!!!
Mientras haya pobreza en muchos países seguirán habiendo niños que trabajen en condiciones infrahumanas. Sin ir más lejos, en España sucedió hace bastante poco. Mis padres empezaron a trabajar con 14, mi abuela con 11, mi abuelo con 8, mi visabuela con 7...
Los niños de ahora son tan sumamente egoistas porque sus padres le dan todo y tampoco los conciencian, muchos creen que para eso está la escuela.
En mi caso pese a ser hija única nunca me dieron grandes caprichos, para que aprendiera a valorar las cosas, y pude conocer tres generaciones anteriores a mi que me concienciaron muy mucho de lo que tuvieron que sufrir ellos antes que yo.
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