11/3/09

Mala Racha

Hoy me he despertado filosófica. Por eso, les pido que, por favor, se paren 5 minutos a mirar por la ventana de su casa y reflexionar. ¿Sobre qué? Bueno, se me ocurren varias posibilidades pero hoy estoy indignada con una de ellas: la poca fortaleza interior de las personas.


Resulta que hemos visto como toda la vida nuestros abuelos y padres han trabajado sin parar, sin rechistar, nos lo han pagado todo (de hecho a mi, me lo siguen pagando), nos apoyan, solucionan problemas que de planteárseme a mi ahora mismo no sabría ni por donde empezar y, además, encuentran sitio para vivir como quieren y ser felices a su modo.



Son luchadores, señores y señoritas. Personas hechas de otra calaña, han vivido cosas que ni de lejos podríamos afrontar ahora nosotros. Han protestado y luchado por su libertad y sus ideales, han vivido una dictadura y la transición. Les han enseñado a caminar siempre hacia delante y a nunca rendirse. Son personas que, a pesar de verse en algún momento con la mierda hasta el cuello, ni se les ocurrió ir a un psicólogo a llorar, tomar antidepresivos, o simplemente rendirse y dejarse ir (cierto que algunos sí, pero hablamos en términos generales), porque “así es la vida de perra” y punto.


Miren a sus padres a la cara, piensen en el largo camino de vida que llevan recorrido, notarán como el respeto y una creciente admiración aparecen donde más o menos se encuentra el estómago.


Luego estamos nosotros, que nos quejamos porque no tenemos dinero para salir un fin de semana o porque no podemos comprarnos algo que nos encanta y, sin lo cual, no podemos vivir, o eso parece. Sin embargo, me miro a mi y a mis amigos y tenemos ropa con la que vestirnos (y no poca, a decir verdad), comemos todos los días, tenemos un techo y una cama la mar de confortable. Y, aún así, nos quejamos.



Hace poco me enteré de que varios conocidos/amigos míos están tomando antidepresivos, ansiolíticos, pastillas para dormir, etc. ¡Con 22 años! Me da por pensar y solo llega a mi una pregunta: Si con 22 años no pueden aguantar la “insoportable carga” de la vida… ¿Qué harán con 30 años, 2 hijos, hipoteca, crisis económica, letras del coche y problemas conyugales y/o laborales? Seamos razonables por una vez, por favor. Que lo tenemos TODO.


Quejarse es muy fácil. Tan fácil que una vez te instalas en la posición de víctima quejica es difícil querer volver a ser fuerte y autónomo. Es mucho más cómodo que nadie espere nada de ti porque “estás mal” o “estás deprimido y hay que entenderlo”. La frase más escuchada en ellos fue “Estoy mejor, pero poco a poco, va a ser un camino largo” y “Al principio de tomar los antidepresivos me sentía mejor pero ahora ya es que si no los tomo me siento fatal”. Seguro que a todos se os ocurre alguna respuesta a eso. Las que me vinieron a mi a la mente fueron: bueno, no tiene porqué ser tan lento el proceso, podrías acelerarlo un poco poniendo de tu parte; normal que te sientas fatal si no los tomas, los antidepresivos son altamente adictivos.


Pero lo que más ganas me daban de decirles (lo cual no hice porque “lo están pasando mal”) es: Joder! Espabila, que la vida son dos días y los estás perdiendo lamentándote de lo asquerosamente triste que es tu vida. Pero mira a tu alrededor: tus familiares están sanos, tienes para vestirte y comer, una casa, ¡tienes hasta coche! Los antidepresivos no son un puto milagro, te ayudan a sentirte mejor para que tú salgas del pozo de mierda, no te sacan ellos solitos de él. ¡No tienes problemas reales! ¡No te falta de nada! MIRA A TU ALREDEDOR, coño, todos hemos tenido una mala racha, y las que quedan por venir.


Somos unos Hipócritas y nos hemos acomodado tanto a ello que nos da igual.


Como decía Luis Piedrahita: “Yo me indigno”.